AKG
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Hay algo que no he dicho de mi mismo. Todo este inicio para mi dentro del mundo deportivo lo vine a hacer cuando ese mundo estaba totalmente prohibido para mi. Soy asmático desde niño y fui el clásico niño que era un cero a la izquierda en educación física. Años después me metí en un gimnasio, pero siempre sentía una enorme diferencia entre los que iban allí de forma resuelta, de que ese era su mundo, mientras yo me sentía como un total farsante entre ellos.
Pero el año pasado por distintas razones, el boxeo llegó a mi vida. Comencé a entrenar por mi cuenta pero de forma torpe, porque uno necesita un entrenador. Seguí yendo al gimnasio, como cualquier persona que no se lo toma en serio hasta que hace 6 meses vi en el gimnasio a alguien haciendo boxeo en serio. Yo me dije:
¡¡¡Yo tengo que hacer eso sea como sea y el asma me importa una mierda!!!!
Y hablé con él y me dijo donde podía estudiar y fui. Pero fui siendo asmático, pero no me interesó para nada eso. Mi necesidad de hacer boxeo era tan grande que prefería caerme muerto intentándolo que seguir mi vida como alguien donde el mundo del deporte estaba vetado. Yo era de los que no podía salir de mi casa sin el maldito inhalador, que no podía caminar mucho, subir escaleras sin usarlo, que a veces, podía hacer 40 minutos en el orbitrek, pero había veces que con 12 minutos tenía que parar porque no podía respirar.
Pero así y todo entré en la academia y fui a un médico y que me enseñó a respirar mejor. No fue fácil al principio cuando empecé a entrenar, habían cosas básicas donde debía parar, un trote imbécil e ir a echarme el inhalador del asma frente al entrenador y toda la clase. Pero insistí e insistí, una mezcla de ambición, orgullo y pasión me hizo que continuara.
Hasta que un sábado iba a salir de mi casa y cuando fui a tomar el inhalador, porque me resultaba impensable salir sin él, una voz fuerte en mi interior me dijo:
Sal SIN el inhalador.
Era un rechazo tan abierto al inhalador que me fui por primera vez ¿en mi vida? a la calle sin él . Y no me pasó nada... Y continuaron los días y seguí saliendo sin él y no me daba asma. Lo continué llevando a las clases de boxeo, pero cada vez lo usaba menos y menos y menos, hasta que de repente no lo volví a usar nunca más. Y entonces, ocurrió el milagro: de repente me vi metido como alguien con capacidades normales en el mundo del deporte. Ya era uno más, con capacidades de mejorar como los demás, que podía hablar con deportistas y ellos me trataban como uno de ellos.
Y entonces, se me abrió la vida: entré al mundo del deporte. Pero eso sí, me dije que nada me iba a detener y que esos años adolescentes los voltearía totalmente y lo daría todo por mejorar cada vez más. El entrenador lo notaba: en muchos ejercicios los demás terminaban frescos como una lechuga y yo estaba bañado del sudor y casi colapsado. Pero seguía adelante hasta que empecé a nivelarlos y ahora hasta supero a los nuevos.
Y entonces me dije:
Ahora que no tengo asma ¿cual es mi límite?
No lo se, pero fui yendo cada vez más horas a la semana, empecé con 2, pasé a 3, luego a 5 y ahora a 11 horas a la semana porque sumé gimnasio con boxeo y ¡lo puedo hacer! Ya no soy ese pelele de 13 años que nunca pudo ni jugar futbol. Por ahora, el cielo es el límite, y continuaré y continuaré como un deportista orgulloso y me siento totalmente orgulloso de eso. Asumirme como deportista, luego de ser un limitado asmático, es el mayor logro de toda mi vida.
Pero el año pasado por distintas razones, el boxeo llegó a mi vida. Comencé a entrenar por mi cuenta pero de forma torpe, porque uno necesita un entrenador. Seguí yendo al gimnasio, como cualquier persona que no se lo toma en serio hasta que hace 6 meses vi en el gimnasio a alguien haciendo boxeo en serio. Yo me dije:
¡¡¡Yo tengo que hacer eso sea como sea y el asma me importa una mierda!!!!
Y hablé con él y me dijo donde podía estudiar y fui. Pero fui siendo asmático, pero no me interesó para nada eso. Mi necesidad de hacer boxeo era tan grande que prefería caerme muerto intentándolo que seguir mi vida como alguien donde el mundo del deporte estaba vetado. Yo era de los que no podía salir de mi casa sin el maldito inhalador, que no podía caminar mucho, subir escaleras sin usarlo, que a veces, podía hacer 40 minutos en el orbitrek, pero había veces que con 12 minutos tenía que parar porque no podía respirar.
Pero así y todo entré en la academia y fui a un médico y que me enseñó a respirar mejor. No fue fácil al principio cuando empecé a entrenar, habían cosas básicas donde debía parar, un trote imbécil e ir a echarme el inhalador del asma frente al entrenador y toda la clase. Pero insistí e insistí, una mezcla de ambición, orgullo y pasión me hizo que continuara.
Hasta que un sábado iba a salir de mi casa y cuando fui a tomar el inhalador, porque me resultaba impensable salir sin él, una voz fuerte en mi interior me dijo:
Sal SIN el inhalador.
Era un rechazo tan abierto al inhalador que me fui por primera vez ¿en mi vida? a la calle sin él . Y no me pasó nada... Y continuaron los días y seguí saliendo sin él y no me daba asma. Lo continué llevando a las clases de boxeo, pero cada vez lo usaba menos y menos y menos, hasta que de repente no lo volví a usar nunca más. Y entonces, ocurrió el milagro: de repente me vi metido como alguien con capacidades normales en el mundo del deporte. Ya era uno más, con capacidades de mejorar como los demás, que podía hablar con deportistas y ellos me trataban como uno de ellos.
Y entonces, se me abrió la vida: entré al mundo del deporte. Pero eso sí, me dije que nada me iba a detener y que esos años adolescentes los voltearía totalmente y lo daría todo por mejorar cada vez más. El entrenador lo notaba: en muchos ejercicios los demás terminaban frescos como una lechuga y yo estaba bañado del sudor y casi colapsado. Pero seguía adelante hasta que empecé a nivelarlos y ahora hasta supero a los nuevos.
Y entonces me dije:
Ahora que no tengo asma ¿cual es mi límite?
No lo se, pero fui yendo cada vez más horas a la semana, empecé con 2, pasé a 3, luego a 5 y ahora a 11 horas a la semana porque sumé gimnasio con boxeo y ¡lo puedo hacer! Ya no soy ese pelele de 13 años que nunca pudo ni jugar futbol. Por ahora, el cielo es el límite, y continuaré y continuaré como un deportista orgulloso y me siento totalmente orgulloso de eso. Asumirme como deportista, luego de ser un limitado asmático, es el mayor logro de toda mi vida.