Carbohidratos y cáncer

2- El problema de los canceres, es que al ser una masa celular que crece sin control, consume mucha glucosa, pero al igual que las demas células de tu organismo. Si no tienen glucosa utilizan otros combustibles como acidos grasos, cuerpos cetónicos, o glucosa formada por gluconeogenesis a partir de proteinas. No porque prives al cuerpo de glucosa, vas a parar al cancer.

En realidad las células cancerígenas SOLO consumen glucosa, no pueden consumir ni ácidos grasos ni cetonas. Es muy famoso el efecto de Warburg: las células tumorales consiguen su energía a partir de la glicólisis anaeróbica aún con presencia de oxígeno. En una célula cancerígena que ha crecido en un medio con alta cantidad de glucosa, la disminución de la disponibilidad de la glucosa podría estimular la apoptosis y frenar la progresión, angiogénesis y metástasis; ya que no puede utilizar ni ácidos grasos libres ni cuerpos cetónicos.

Es realmente interesante la utilización de dietas cetogénicas para el tratamiento de diferentes tipos de cáncer y ya han habido resultados alentadores en el RECHARGE Trial.
 
Pablo, no es por nada pero tienes una gran adiccion hacia las dietas cetongenicas esas ¿no?.
O mejor dicho, ¿que coño te pasa con los hidratos?.
En ningun post tuyo, veo que los menciones de buena manera.
Y ahora no me vengas con lo de que los hidratos no sirven para nada...
 
Pablo, no es por nada pero tienes una gran adiccion hacia las dietas cetongenicas esas ¿no?.
O mejor dicho, ¿que coño te pasa con los hidratos?.
En ningun post tuyo, veo que los menciones de buena manera.
Y ahora no me vengas con lo de que los hidratos no sirven para nada...

Ahh no se, yo solo he traducido un papel que, igual que las dietas bajas en carbohidratos, revolucionarán muchas cosas :rolleyes: ,

Lo que tiene ser curioso y leer demasiado _porro_
 
Yo pensando que lo que mato a mi abuelo eran los 2 paquetes de tabaco al dia que se fumaba y va resultar que fueron los carbohidratos.
 
Yo pensando que lo que mato a mi abuelo eran los 2 paquetes de tabaco al dia que se fumaba y va resultar que fueron los carbohidratos.

Jajjaja el tabaco (mejor dicho, el alquitrán y otros productos que llevan los cigarros, no el tabaco concretamente) siguen haciendo daño no te preocupes jajajaj, lo que ocurre es que la ingesta de carbohidratos es determinante en su crecimiento, los cánceres y las mutaciones seguirán, pero se pueden detener (según entiendo).
 
Yo pensando que lo que mato a mi abuelo eran los 2 paquetes de tabaco al dia que se fumaba y va resultar que fueron los carbohidratos.

tu abuelo comia Panteras Rosas??????? es que eso es mucho peor que el tabaco , las drogas y el sexo con sras de dudosa reputación.... te comes una Pantera Rosa y la palmas si o si ..... y si encima se te ha ocurrido comer fruta ese dia ,,,,pufff estas muerto
 
mmmmm bastante interesante, como dato;
en los proximos años se dice que CHINA (pais que todo sabemos basa su dieta en carbos), rusia y la india (pais asiatico con variedad de semillas, y alimentos a base de harina, trigo)

Otro dato, cientificos rusos declararon que los alimentos transgenicos, eran una de las causas de peligros metabolicos, y de cancer
 
mmmmm bastante interesante, como dato;
en los proximos años se dice que CHINA (pais que todo sabemos basa su dieta en carbos), rusia y la india (pais asiatico con variedad de semillas, y alimentos a base de harina, trigo)

Otro dato, cientificos rusos declararon que los alimentos transgenicos, eran una de las causas de peligros metabolicos, y de cancer

Ahora hay un libro famoso que está estudiando la (sorprendentemente) nueva epidemia en todos los países que estás citando. Hay bastantes autores que han buscado el sentido de la dieta japonesa vs atkins. Aunque sinceramente, mi teoría sobre la dieta japonesa es que su frecuencua de comer pescado rico en omega-3 (especialmente atún y salmón, asi como mariscos muy nutritivos), verduras y carne es capaz de vencer a todo el arroz que toman. De hecho el arroz es un carbo poco peligroso porque no tiene gluten. Otro argumento es la reciente aparición de fructosa (el peor de todos) en japón que está disparando los índices de obesidad. Te recomiendo este video This URL has been removed! que compara porqué la dieta japonesa y la Atkins son tan diferentes y tan sanas, el autor le echa la culpa a la fructosa y lo hace con buena evidencia.
 
Si las conclusiones del estudio son ciertas, sería una revolución en la medicina moderna.

Pero creo que para demostrar algo tan serio tendría que hacerse un estudio experimental a grandísima escala.

La restricción continuada de carbohidratos a largo plazo, ¿no afectaría a otras funciones corporales básicas además de detener el desarrollo de los tumores?
 
mmmmm bastante interesante, como dato;
en los proximos años se dice que CHINA (pais que todo sabemos basa su dieta en carbos), rusia y la india (pais asiatico con variedad de semillas, y alimentos a base de harina, trigo)

Otro dato, cientificos rusos declararon que los alimentos transgenicos, eran una de las causas de peligros metabolicos, y de cancer

Ahora hay un libro famoso que está estudiando la (sorprendentemente) nueva epidemia en todos los países que estás citando. Hay bastantes autores que han buscado el sentido de la dieta japonesa vs atkins. Aunque sinceramente, mi teoría sobre la dieta japonesa es que su frecuencua de comer pescado rico en omega-3 (especialmente atún y salmón, asi como mariscos muy nutritivos), verduras y carne es capaz de vencer a todo el arroz que toman. De hecho el arroz es un carbo poco peligroso porque no tiene gluten. Otro argumento es la reciente aparición de fructosa (el peor de todos) en japón que está disparando los índices de obesidad. Te recomiendo este video This URL has been removed! que compara porqué la dieta japonesa y la Atkins son tan diferentes y tan sanas, el autor le echa la culpa a la fructosa y lo hace con buena evidencia.

El video está bastante criticado y tiene fallos, asi que mira las revisiones también aquí
Ahora se está poniendo de moda el terrorismo anti-fructosa, pero hay motivos porque su metabolización es 100% diferente a la de la glucosa, que actúa solo como energía.

Además de que eleva los triglicéridos más que cualquier otra cosa, la fructosa es el mayor estimulador que existe de la de novo lipogénesis (creación de grasa a partir de carbos), el mayor creador de radicales libres, inhibidor de la leptina (no te quita el hambre) y aumentador de la grelina (te da más hambre) etc etc...
 
Última edición:
Si las conclusiones del estudio son ciertas, sería una revolución en la medicina moderna.

Pero creo que para demostrar algo tan serio tendría que hacerse un estudio experimental a grandísima escala.

La restricción continuada de carbohidratos a largo plazo, ¿no afectaría a otras funciones corporales básicas además de detener el desarrollo de los tumores?

Normalmente no, las cetonas son más efectivas como fuente de energía.
 
tu abuelo comia Panteras Rosas??????? es que eso es mucho peor que el tabaco , las drogas y el sexo con sras de dudosa reputación.... te comes una Pantera Rosa y la palmas si o si ..... y si encima se te ha ocurrido comer fruta ese dia ,,,,pufff estas muerto

Parece que me conocieras.
Yo de chavalete me comia varias panteras rosas a la semana, lo mio era verdadera aficion, y el caso es que aqui sigo, mala hierva nunca muere.
 
Ahora hay un libro famoso que está estudiando la (sorprendentemente) nueva epidemia en todos los países que estás citando. Hay bastantes autores que han buscado el sentido de la dieta japonesa vs atkins. Aunque sinceramente, mi teoría sobre la dieta japonesa es que su frecuencua de comer pescado rico en omega-3 (especialmente atún y salmón, asi como mariscos muy nutritivos), verduras y carne es capaz de vencer a todo el arroz que toman. De hecho el arroz es un carbo poco peligroso porque no tiene gluten. Otro argumento es la reciente aparición de fructosa (el peor de todos) en japón que está disparando los índices de obesidad. Te recomiendo este video This URL has been removed! que compara porqué la dieta japonesa y la Atkins son tan diferentes y tan sanas, el autor le echa la culpa a la fructosa y lo hace con buena evidencia.

Todos los que frecuentamos el foro sabemos tu guerra declarada a los carbos, no me interpretes mal, generalmente hablas aportando datos y se ve que tienes conocimientos, de hecho suelo seguir tus post, aun asi no puedo estar de acuerdo en muchas cosas que dices que a veces rozan el sectarismo.
Los asiaticos suelen tener a las personas mas longevas del planeta, estas basan sus dieta en los carbos, como quieres seguir apoyando tu idea de que los carbos son "caca" te sacas la teoria de la manga de que al arroz es el menos satanico de los carbos (quiza tengas razon) y que se ve compensado por el pescado, carnes y marisco.
Por esa regla de 3 yo y muchos de los presentes en este foro tampoco tenemos que preocuparnos por los carbos, tambien comemos grandes cantidades de esos alimentos.
Mi otro abuelo, "el vivo", tiene 90 años y es dificil sacarle de su dieta casi diaria de sopa y "fabes" (habas en castellano que es una legumbre).
El hombre de la caverna no conocia el cancer....pues me imagino que en gran medida por su escasa esperanza de vida por otras causas, por una menor contaminacion ambiental y por supuesto la alimentacion, pero no por los carbos a mi modo de ver, sino porque no ingerian conservantes, colorantes, estabilizadores...y demas basura que hay en toda cesta de la compra.
Yo lo veo asi, no obstante podria estar equivocado, un saludo.
 
Hace poco, ví un documental, y rebusqué información al respecto... Hasta me compré un libro.
Finalmente, llegué a una conclusión: Hay genéticas a prueba de bombas, y punto. Ya que el mayor número de personas centenarias se da en localidades pequeñas, relativamente aisladas, donde las mismas características genéticas son "comunes"...

Extraído del libro "La eterna Jueventud" del 2008:

Algo pasa en Vilcabamba. Algo que le permite a su gente vivir 110, 120 y hasta 150 años. No sólo viven mucho. Viven mucho con una salud envidiable y sin prestarle atención a los consejos médicos. Los habitantes de Vilcabamba tienen inclinación por los excesos insalubres: fuman como escuerzos y beben como cosacos. Sin embargo, a la edad en que cualquiera de nosotros muestra signos de deterioro, ellos están listos para otros 40 años más. Llegan a los 120 sin pedir ayuda, trabajando y atendiéndose solos. ¿Cómo hacen? Es el misterio del valle.

Aunque los censos internacionales señalan que la mayor expectativa de vida se da en lugares como la República de Andorra o la isla de Okinawa en Japón —sitios de alto nivel económico y estilo sosegado—, Vilcabamba de Ecuador les saca varias décadas de ventaja sin demasiado esfuerzo. Lo hace con una población que cuenta con pocos ingresos, malas condiciones sanitarias y trabajo duro de por vida. A pesar de eso, mucha gente supera con holgura los cien años. En el pueblo hay 10 veces más centenarios que los que se puede encontrar en cualquier otro lado.


Vilcabamba no es la única aldea donde se puede vivir más de cien años. También llegan hasta una edad escandalosa en Hunza —un pueblo del norte paquistaní—, en Abkhasia —en la zona del Cáucaso— y en Ogimi —una localidad japonesa de la isla de Okinawa.

Tanto Hunza, Abkhasia y Ogimi cuentan con teorías locales para explicar el origen de la longevidad.

Hunza se encuentra en la ladera occidental del Himalaya, al otro lado de China, en territorio paquistaní. Es una zona repleta de árboles de albaricoque y los habitantes del valle consumen los frutos en todas sus formas, tanto frescos como desecados. Hacen aceite de albaricoque. Lo utilizan para cocinar y para condimentar las ensaladas. La mermelada es de albaricoque y comparan las semillas de albaricoque con las almendras. Para ellos, el consumo de albaricoque es lo que los mantiene jóvenes y según dicen, también a salvo de la artritis y del cáncer.

Abkhasia es un desprendimiento de la Republica de Georgia que antes formaba parte de la Unión Soviética y ahora volvió a ser independiente. Queda en la zona del Cáucaso, una región montañosa de la costa este del Mar Negro. Los abkhasianos opinan que la verdadera causa de la longevidad es el yogur. El yogur. A ellos les encanta la sopa de yogur. Shirali Muslimov lo tomó a diario hasta los 168 años. Se lo preparaba su última esposa, a la que Shirali enamoró y embarazó cuando era más joven y tenía apenas ciento treinta y seis años.

En la época de Stalin la longevidad de Shirali se volvió emblemática. Ambos habían nacido en la misma región y ese dato a Stalin le resultó filatélico. Por eso mandó a emitir una serie de estampillas con la imagen del longevo. Quería que todos se enterasen por correo.

Sería tentador escribir un libro titulado: “La dieta para vivir ciento cincuenta años”. Una guía de salud dictada por los centenarios de Abkhasia. Recetas, ingredientes y preferencias. No creo que sea conveniente. Los Abkhasianos, que ocupan el primer puesto entre los centenarios, comen huevos, queso y manteca —alimentos con alto grado de colesterol—. Además les encanta la carne roja —cordero y oveja—. Nada de soya. Grasa animal. Tampoco se privan de los dulces y los consumen sin culpa.

Los de Ogimi —un pueblo del norte de la isla de Okinawa— tienen otro tipo de convicciones. Piensan que la longevidad es el resultado de llevar una vida espiritual y tranquila. También una alimentación natural. El goya es una verdura amarga, generosa en vitamina C, a la que le adjudican poderes curativos. La consumen a diario. Cultivan su propia huerta, comen poco e incorporan algas marinas en almuerzos y cenas. La vida comunitaria es activa y los ancianos están ocupados. En Ogimi la juventud nunca estuvo de moda.

Salvo en el caso de los longevos de Okinawa, ejemplos de conducta saludable y prolija por naturaleza, el contraste entre la cantidad de años que viven los de Abkhasia, Vilcabamba y Hunza y sus hábitos alimentarios, es ofensivo para los militantes de la vida sana.

El consumo de grasa en Abkhasia, la sal y el tabaco en Vilcabamba y la obsesión por el albaricoque en Hunza, tienen el mismo efecto sobre la dieta sana que un chico revelando opiniones de la madre en una reunión de tías mayores.

Ninguna dieta puede extender el máximo de la vida humana. Las dietas pueden aumentar las posibilidades de acercarse al límite, pero al límite no lo modifican.

Queda el agua. Henri Coanda —premio Nobel— y su discípulo, el Dr. Flanagan —uno de los padres del new age—, se dedicaron a estudiarla. Las aguas de Hunza y de Vilcabamba tardan más en hervir que las otras. ¿Por qué? Porque tienen una viscosidad diferente. Además son más alcalinas y contienen minerales con efectos antioxidantes.

Lástima que todavía no esté del todo probado el efecto antienvejecimiento de los antioxidantes. La comunidad científica dice que el tema está en pañales. Mientras tanto, la industria farmacéutica reconoce ciegamente los efectos benéficos de estas sustancias.

A pesar de lo entretenido que puede ser tomar vitamina E todos los días, aún no se ha demostrado a ciencia cierta el beneficio de hacerlo. De hecho, el organismo fabrica por su cuenta una buena cantidad de antioxidantes. La diferencia es que los antioxidantes que fabrica el organismo son gratis.

¿En qué coinciden los habitantes de Hunza, Abkhasia, Ogimi y Vilcabamba? Viven alejados de los centros urbanos. Las grandes ciudades ofrecen muchas comodidades, incluida la de morirse antes. Hunza, Abkhasia y Vilcabamba se ubican a más de 1 500 metros de altura. Ogimi al nivel del mar. No importa cuál es la dieta, siempre es escasa. Ése es un dato para tener en cuenta. Alrededor de 1 700 calorías. Por debajo de lo recomendado. Aunque hay líneas de investigación que apoyan la idea de que las dietas de bajas calorías extienden la vida, es preferible darles un tiempo para que corroboren lo que postulan. Mejor esperar los resultados antes de entusiasmarnos y hambrear a nuestros mayores.

Otra particularidad que comparten los longevos es que nunca se jubilan y que tanto en Hunza, Abkhasia y Vilcabamba, a los hombres les gusta alardear sobre sus proezas sexuales con muchachas jóvenes. En Ogimi es diferente. Las que viven más son las mujeres y ellas suelen ser más discretas.

En estas comunidades saben bien qué significa llegar a viejo. Algo que nunca me atreveré a preguntarle a mi padre.

En Vilcabamba el número de mujeres supera al de hombres. Por cada tres damas hay dos caballeros. Sin embargo, los que vivieron más de 130 años fueron siempre varones. En el valle —a diferencia de lo que ocurre en el resto del planeta— los hombres viven más que las mujeres. Pero ellas también viven mucho. Suelen tener hijos después de los 50 y hay varios casos de madres después de los sesenta.

Doña Josefa Ocampo tiene 105 años. Cuando pasé a visitarla eran alrededor de las cuatro de la tarde y se estaba por ir a dormir. Acababa de despedirse hasta la mañana siguiente.

A pesar que el clima en Vilcabamba es templado y hay muy poca variación térmica durante todo el año, la mayoría de los ancianos tiene frío. Por eso doña Josefa —que usa un gorro de lana azul y blanco, remera, camisa y suéter— se va a dormir. Lo hace para entrar en calor, después le viene el sueño.

Ella es la estampa de la abuelita dulce. Casi ciega, casi sorda y totalmente resignada. Pareciera fácil de querer porque nunca pide nada. Dicen sus nietos que era una mujer más grande y con el tiempo se fue reduciendo.

—¿Cómo está tu familita? ¿Están todos buenitos? —me pregunta.
—Sí, doña Josefa.
—Gracias diosito entonces.

A la mayor parte de sus 50 nietos, sus 20 bisnietos y su decena de tataranietos no los conoce o los vio apenas alguna que otra vez.

—Mi familita es un desparramo —me dice.

Como si fuera una condición para seguir hablando, Lenin le pregunta por sus costumbres a la hora de comer. Parece programado por los extranjeros con los que trata y que viajan hasta Vilcabamba obsesionados por la dieta del valle.

Llegan al pueblo convencidos de que la longevidad entra por la boca y si uno se cuida con lo que come, además de mantenerse precioso, difícil que alguna vez se enferme. Por eso, si no lo pregunto yo, pregunta Víctor y si Víctor se distrae siempre está Lenin, el conductor. Es tan potente la idea de la dieta que lograron convencer incluso a los nativos del valle. Todos están seguros de que la dieta sana prolonga la existencia. Que lo que comen en Vilcabamba es una combinación de vegetales y frutas que no existen en ningún otro lugar del mundo.

—Yuquitas, motito, platanito. Cualquier comidita.

La dieta es tan natural y carente de contaminantes como la que se ingiere en otros valles donde los campesinos cultivan lo mismo y de la misma manera. Será sana, pero no es ni original ni exclusiva.

No hay mucho para hacer ni demasiado para preguntar. Víctor le propone que cante una canción de amor: “Flores negras”. Doña Josefa no se acuerda. A cambio le recita la letra de un poema, recuerdo de la guerra con el Perú. Un joven que se separa de sus padres para ir a la frontera “y otro, voluntarioso, que de la tumba ya no volverá”. Puesta a recordar, se emociona cuando habla de su perro. Asco se llamaba. Malo, inútil y compañero.

Cuando doña Josefa cuenta algo, lo hace en tiempo pasado y siempre termina diciendo: “ahora ya no”. Cantaba pero ahora ya no, estaba casada pero ahora ya no, trabajaba con mi padre pero ahora ya no, me ocupaba de la casa pero ahora ya no. Da la sensación de que lo único que hace es esperar y mientras lo hace trata de mantenerse abrigada. Prefiere no sentir frío.

Como en otras ocasiones, después de hablar con los centenarios, esta vez también me quedo conversando con la familia. En cada oportunidad pregunto cómo es morir en el valle, pido que me cuenten las historias de otros ancianos que conocieron. ¿Las enfermedades son cortas o prolongadas, hay que cuidarlos, cómo se organizan?

En Vilcabamba además de vivir mucho se muere de otra manera. Se van a bañar y se mueren, salen a trabajar y se mueren, se acuestan a dormir y nunca más se levantan. Sin aviso, ni convalecencia, ni peleas por quién se hace cargo, ni hijos protestando por cuidar a sus padres. No llegan a pasar por esa etapa en la que uno se pregunta si realmente vale la pena seguir viviendo.

Cuando uno se convierte nada más que en un cuerpo que sufre ¿sigue siendo la misma persona que antes?

Los ancianos del valle se cuidan solos hasta el final. Después se mueren. De un momento a otro, sin familiares en la sala de espera aguardando el desenlace. No se enferman, se apagan. Una vejez sin necesidad de atención. Son gente muy humilde pero cuando les llega el momento, se despiden como aristócratas.

***


Wilson Correa —25 años de médico en Vilcabamba— viaja desde Loja hasta el pueblo para atender la consulta. Tres veces por semana recibe a sus pacientes de siempre, a sus hijos y ahora también a sus nietos. Hay otros médicos en el hospital, pero Víctor dice que nadie encarna como Wilson la memoria sanitaria del valle.

Víctor tiene cierta predisposición a los titulares. “Centro de inmunidad cardiovascular”, “Cantera de longevos”, “Artistas de fama internacional” y ahora “Memoria sanitaria del pueblo”. Es de los que piensan que si uno no exagera un poco, la gente no entiende.

Hoy no es día de consulta. Tengo tiempo para preparar las notas antes de reunirme con el médico cuyos pacientes logran la mayor tasa de sobrevida. Imposible discutir su éxito profesional. Encontrarme con él me va a permitir, por fin, hablar sobre bases científicas, de colega a colega, sin que en la mitad de la conversación se cuelen referencias extrañas como, por ejemplo, la que los vilcabambenses suelen hacer a los dioses.

Entre las montañas que rodean el valle hay una en especial, el Mandango, la montaña del dios acostado. Vistas de lejos, las cumbres simulan el perfil de una cabeza gigantesca colocada en posición horizontal. A la tutela de sus poderes mágicos, también se la inscribe como posible causa de longevidad. Una creencia que viene desde los incas. Según los lugareños, los incas eligieron establecerse en Vilcabamba porque eran muy sensibles y percibieron las ondas de beatitud que emanaba el Mandango. Como los sacrificios humanos formaban parte de las prácticas incas, nunca me atreví a preguntarles a qué se referían con que eran muy sensibles.

También escuché que el Mandango produce el efecto de llenar el ambiente de “iones negativos”. Una idea que mezcla creencias de la zona con artículos de divulgación científica. Divulgación dominical, de moda y no siempre comprobada.

El martes por la mañana Wilson Correa me atiende entre paciente y paciente, en uno de los consultorios externos del hospital de Vilcabamba, el Kokichi Otani, un dispensario ecuatoriano con nombre japonés. Hay una camilla, un armario de metal y vidrio, un escritorio y tres sillas. Wilson —guardapolvo blanco— me invita a sentar.

El Dr. Correa no sólo es médico sino que además parece un médico. Serio, reposado y pulcro. La imagen justa que se necesita para confiar en que nadie como él, es capaz de aliviarnos. En el consultorio no hay ningún tipo de instrumental, apenas un tensiómetro y un estetoscopio que el Dr. Correa guarda enrollado en uno de sus bolsillos. Nada que pueda considerarse equipo de alta tecnología. Tampoco rastros de algún aparato de última generación para diagnóstico inmediato. Es un consultorio sin cables ni pantallas de cuarzo líquido. En cambio tiene una ventana. Una que da a una calle ancha y polvorienta, envidia de cualquier institución sanitaria: la Avenida de la Eterna Juventud. En Vilcabamba la verdadera tecnología se encuentra fuera del hospital.

—Albertano Rojas. 127 años, paciente mío. Al hombre no le gustaba venir a la consulta pero lo traía la familia. La mujer, un hijo o un nieto — Wilson habla de los centenarios con satisfacción, como un romano puede hacerlo del coliseo o un francés de los cafés del Barrio Latino.

—¿Y por qué venía?
—Al final estaba un poco senil, se olvidaba de las cosas, no reconocía a sus familiares.

Pienso que dejar de reconocer a los familiares no siempre es una desventaja. En mi caso podría ser una salida elegante que me traería más de una alegría.

Le digo que haciendo una cuenta rápida, si a la cantidad de hijos que tienen se les suma los hijos de los hijos, da un número de familiares que para cualquiera es difícil de recordar. Es una suspicacia. Albertano Rojas tenía todo el derecho, a los 127 años, de olvidarse de las cosas e ir borrando de su memoria lo que durante tanto tiempo mantuvo acumulado.

El Dr. Wilson Correa está convencido de que los que llegan con problemas de corazón se curan, en especial los hipertensos. Él mismo trató a muchos de ellos. Sin demasiada intervención de su parte, los vio curarse y abandonar la medicación. Cuenta que además, son muy pocos los casos de diabetes o de otras enfermedades metabólicas.

—No se ve osteoporosis —la desmineralización de los huesos frecuente en los ancianos— ni pacientes con cáncer.

—Pero, doctor, son todas patologías diferentes. Por su origen y por sus efectos poco tienen que ver una con otra.
—Yo le digo lo que veo.

No me convence. No puede ser. Pensar que en Vilcabamba hay una sola sustancia que mejora cualquier enfermedad, actuando sobre todos los órganos, sin importar que sus células, funciones y estructuras sean tan diferentes una de otra, no tiene el menor de los sentidos. Parece magia. El efecto de un elíxir todopoderoso.

Es el mismo argumento de los charlatanes, vendedores de ungüentos y jarabes, que prometen remediar los males de la vista, los del corazón, las articulaciones y los dientes, dándonos la opción, si queda un sobrante en el frasco, de utilizarlo también para evitar la caída del cabello. Aunque ahora que lo pienso, ninguno de los centenarios que visité era calvo. No son dueños de cabelleras formidables pero tienen una cantidad de pelo suficiente y digna. Además, o conservan el color o el encanecimiento se revierte. La dentadura es propia y completa. Pueden leer sin anteojos. Las mujeres centenarias hacen labores con sus manos sin quejarse. Y no me detuve a auscultar a ninguno pero caminé al lado de ellos y mantienen un ritmo envidiable. Cuesta creer. A menos que los 4 200 habitantes de Vilcabamba se hayan puesto de acuerdo para atraer inversionistas extranjeros y montar una fabulosa obra de teatro que funciona las 24 horas del día. Por suerte esto último tampoco me convence, por suerte menos que lo anterior.

Hay otra posibilidad: algo retrasa el envejecimiento. Algún elemento que hay en el valle detiene el proceso degenerativo que afecta a todas las células del cuerpo y que siempre aceptamos como inexorable. Quizá curarse de la vejez sea tan complicado e impensable hoy como hace siglos lo era de tuberculosis.

—En Vilcabamba la gente come sano —dice el Dr. Correa.

La alimentación natural, las verduras y las hortalizas se están convirtiendo en una tortura. Me doy cuenta de que cada vez que escucho hablar de ensaladas me corre un frío por la espalda. Los vegetales me generan un estado de irritabilidad homicida cada vez más difícil de disimular. Pensar que esta noche voy a cenar en el Madre Tierra, bebiendo una mezcla de 18 hierbas y comiendo un plato natural y orgánico, me predispone para la reacción alérgica. Creo que hasta el oxígeno del aire me está resultando tóxico. Respiro profundo una vez, otra vez, una más; ya está, estoy mejor.

—Perdón, doctor, me estaba contando, de acuerdo con su experiencia, ¿a qué se debe la longevidad?

—Como le decía, aquí se come muy sano, sin contaminantes. La gente toma un buen desayuno a la mañana y eso ayuda mucho. El aire es puro. En esta zona tenemos el wilco árbol típico de Vilcabamba, que oxigena la atmósfera. También la familia. El lazo familiar es muy fuerte. El patriarca es respetado y mantiene a todos unidos. Aunque se puede cuidar solo, siempre lo acompaña alguien. En la casa se lo considera el jefe de familia. Esa unión de hermanos y ese cuidado por el patriarca son fundamentales.

Sería fantástico que el amor y la familia funcionaran como un bálsamo universal que todo lo cura y mejora. Algunos ancianos que estoy entrevistando viven solos sin que nadie los visite. Como son productivos y pueden cuidarse a sí mismos se arreglan bastante bien. Pero de amor y familia nada. Tampoco viven en estado de paz con el universo. Manuel Picoita por ejemplo, es proclive a las rabietas cuando los suyos no cuidan el monte como a él le gustaría que lo hagan. Segundo Guerra es intratable, el peor humor de Centroamérica.

Vuelvo con el Dr Correa.
—Discúlpeme doctor, a uno de los centenarios lo vi viviendo en la calle.

—Sí, pero el clima de Vilcabamba es benéfico y ésos son casos aislados. La importancia de la familia es vital, por eso cuando uno de los centenarios fallece, lo velan durante tres días. Es un ejemplo, fue un hombre bueno, honraba sus deudas. El honor los hace vivir mucho. No hay infidelidades, ni engaños, ni estafas.

—Un paraíso.
—Exacto, acá los sonidos que se escuchan son los de la naturaleza. Imagínese, los centenarios salen a caminar y no hay ruidos molestos de máquinas o de gente estresada corriendo por dinero.
—Entonces, ¿por qué lo consultan?
—Poliparasitosis. Es la carta de presentación del hombre de campo. Vienen con varios tipos de parásitos, en especial intestinales. El sistema sanitario es un desastre y los cuidados higiénicos no existen. El tendido para las excretas es de terror.

Caigo en la cuenta de que el paraíso, el mítico, el lugar en el que no había conciencia de nuestras acciones, debió ser un sitio bastante sucio. Si por alguna circunstancia me viera obligado a vivir en el, trataría de no andar descalzo.

—¿Les da tratamiento y se curan?
—Curarse se curan, pero hay que tener cuidado con los tratamientos. Más de una vez les di medicación antiparasitaria y el paciente después de eliminarlos, se siente peor que antes. Es como si vivieran unidos a la naturaleza.
—¿Hasta qué edad tienen hijos?

Wilson Correa abre los brazos en cruz y suspira mirando hacia arriba.

—Eulogio Carpio, cumplidos ya los 90, se casó con Julia León, una muchacha jovencita. Tuvieron tres hijos. Después de haber hablado con él y con muchos como él, llegué a una conclusión: el sexo de los centenarios es frecuente y de buena calidad.

Wilson me pasa un dato sólo para colegas: en Vilcabamba no hay disfunción eréctil.
—Me ha tocado atender a mujeres que se casan con centenarios y vienen a la consulta rogándome que les dé algo, pero no a ellas sino a los maridos. No las dejan tranquilas.
—¿Y cómo se explica?
—Beben té de guayusa, son hojas de árboles, la guayusa es digestiva y además baja el azúcar. Antes se pensaba que ayudaba a que las mujeres quedaran embarazadas. Fíjese en Segundo Guerra. Un hombre de 90 años que siempre está en el centro del pueblo. Es bravo, de mal carácter, no le gusta que lo molesten. Pero si se pone a hablar de mujeres no hay quien lo pare. Pareciera que es lo único que le interesa. En los bailes es un seductor nato y le encantan las jovencitas. Hace unos años vino al pueblo una gringa, no me acuerdo si era polaca o alemana. Estaba escribiendo un libro: “Cómo hacer el amor con un centenario”. Era antropóloga y le pagaba a los viejitos para que tuvieran sexo con ella.
—¿Se quedó mucho tiempo?
—No tanto. El dinero se le acabó antes de lo que esperaba.

***


Antes de ir a lo de Timoteo Arboledo paso por el dispensario del seguro social. Quiero hablar con alguno de los médicos, me quedó una duda. Encuentro al Dr. Jaime Spiri, solo, sentado en un consultorio y sin pacientes para atender. Le pido información sobre el patrón genético de los habitantes de Vilcabamba y le pregunto si piensa que eso explica la cantidad de años que alcanzan a vivir, si la longevidad es hereditaria.

Sé que hay en curso algunos estudios para identificar a los genes relacionados con la longevidad. Por ahora las investigaciones se realizan sobre el C. elegans, un gusano hermafrodita y transparente. Aunque algunos opinen que por ser gusano, hermafrodita y transparente, no se aleja necesariamente del género humano, lo cierto es que hasta el momento, las conclusiones obtenidas en el C. elegans no son del todo aplicables para la generalidad de los hombres y las mujeres.

No encontré ninguna investigación sobre patrones genéticos de la población de Vilcabamba pero hay algunos datos para tener en cuenta. La gente del valle viene de diferentes lugares, no son una raza ni una comunidad cerrada que se preserva manteniéndose ajena a los demás. Los extranjeros mejoran al llegar y los que nacieron en Vilcabamba, cuando se van, viven mucho menos que aquellos que se quedan. Hay varios ejemplos porque es común que los ecuatorianos se vayan a trabajar fuera del país. El dinero que les envían a sus familiares es una importante fuente de divisas.

Todo inclinaría a pensar que la longevidad, al menos la de la zona, no es hereditaria, tampoco genética, sino la consecuencia de algo que ocurre en el valle. Mucho más no hay para averiguar.

La casa de Timoteo queda al pie de una montaña. Al igual que las otras casas de longevos también es muy humilde. No tiene revestimientos. El frente es de ladrillo y la entrada de cemento alisado. Bajo el alero hay una mesa y un banco. Cerca de la puerta, un par de botas de cuero muy gastadas. Golpeamos las palmas y llamamos a viva voz a Timoteo Arboledo sin que nadie nos responda.

En las casas cercanas viven los familiares y en una de ellas hay un adolescente en la puerta. Es uno de los nietos. Le pido que me diga dónde puedo encontrar a don Arboledo.
—Venga.

Estoy muy cargado. Traigo una mochila con dos cámaras fotográficas, un juego de lentes, un grabador, una filmadora digital, lentes para la filmadora, un micrófono externo, baterías de repuesto, filtros y un kit de limpieza para las máquinas. Al trípode lo llevo en la mano porque en la mochila no cabe más nada. Es un trípode profesional, pesado, de tres tramos.

Me gusta andar liviano, pero venir hasta aquí y encontrarme con una cámara que no funciona sin tener un reemplazo para seguir adelante sería imperdonable. Esta vez me acordé de traer la segunda cámara. Fui previsor. Lástima que ser previsor siempre implica andar más cargado. La responsabilidad disimula mi neurosis obsesiva, de todas las cargas que llevo sin duda la más pesada.

Sigo al muchacho hasta el camino. A los pocos pasos se da vuelta, levanta la mano y señala hacia arriba.
—Allí está.
—¿Perdón?
—Desde aquí no puede verlo —se aclara la garganta—, está en la parte alta de la montaña.
—Eso significa…
—Que sube todos los días a plantar y a cuidar lo que siembra.

Comenzamos el ascenso. Lenin se ofrece a ayudarme pero prefiero arreglármelas solo. A Víctor le cuesta trepar pero es un entusiasta. En menos de media hora me doy cuenta de una serie de detalles que en terreno plano me importaban poco, pero con el ascenso se vuelven cada vez más molestos.

No tengo calzado adecuado y me resbalo en las zonas húmedas. Lenin y el nieto de Timoteo tampoco, pero yo vivo en un departamento. La mochila no está bien equilibrada y las correas están más tirantes de un lado que del otro. No traje agua para beber, ni gorra para el sol. El pantalón, aunque adecuado, me queda un poco grande. Mientras repaso la lista de incomodidades, el sendero se vuelve cada vez más inclinado. Recién estamos a mitad de camino. Miro hacia abajo y veo la casa.
—¿Qué altura tiene la montaña?
—Más de dos mil —me contesta el nieto.
—¿Y el señor sube todos los días?
—A él le gusta así.

Leyendo sobre la teoría de la relatividad, me entero de que para los que viven en las alturas el tiempo transcurre más lento, que para los que habitan en el nivel del mar. Hay un ejemplo: dos gemelos se separan y uno pasa su vida en una playa y el otro en una montaña. El gemelo que vive más alto envejece más lento. ¿Por qué? Porque el tiempo no es absoluto, se demora a medida que se aleja de la tierra. Como la diferencia sería nada más que unas pocas centésimas de milésima de millonésima de segundo, prefiero no tomar en cuenta el ejemplo para justificar el estado de salud de Timoteo.

Utilizando las rodillas y agarrándome de los arbustos descuento los últimos metros. El nieto dice que debe estar cerca. El terreno es empinado y me estoy deslizando hacia abajo. No veo que vaya a tener escalas. Mejor me siento y trato de clavar los talones en algún lado. En cuanto me saco la mochila y la apoyo sobre la tierra, rueda por la ladera de la montaña. Víctor está cerca y la detiene. No pienso moverme de donde estoy hasta que termine mi encuentro con Timoteo Arboledo. Después veré cómo hago.

A unos 20 metros, entre la espesura, distingo un sombrero de fieltro. Está plantando frijoles. Víctor le grita y el hombre levanta la cabeza. Saluda con la mano derecha. 98 años. Está contento, vinieron a visitarlo. Usa un palo largo como punto de apoyo.

De inmediato comienza a subir. Se mueve rápido, con equilibrio. En cuestión de segundos lo tengo sentado al lado mío. Respira sin dificultad. Sereno.

Timoteo Arboledo me saluda con un apretón firme. Ya lo había notado en otros centenarios. No le tiemblan las manos. Ninguno tiene ese temblor de viejo que se nota especialmente cuando están sin hacer nada.

Timoteo se mueve por su montaña como si fuera un instructor de trekking. La camisa gastada y celeste, el pantalón gris, barba entrecana con bigote oscuro.
—¿Cómo anda, don Timoteo?
—Con gusto porque vinieron por aquí. Ahora me duelen un poco los tobillos pero me voy sintiendo mejor.
—¿Trabaja todos los días?
—No, ya no trabajo. Sólo me ocupo de lo mío.

Como para todos los demás, trabajar es trabajar para afuera, ganarse un jornal. Algo parecido podría ser participar de las “juntas”. Los vecinos se reúnen en el campo de uno y después en el de otro y en el de otro más, hasta que ninguno queda sin sembrar o cosechar. Este año a Timoteo no lo llamaron para formar parte del equipo. Él piensa que fueron injustos. Pero a su montaña va todos los días. Dos mil metros sube a la mañana y dos mil baja cuando termina la tarde. Lo que cultiva —yuca, cebolla, frijol— le es indispensable.

En Vilcabamba no existe la jubilación. En las ciudades desarrolladas los ancianos que caminan y se ejercitan lo hacen por indicación del cardiólogo. En Vilcabamba porque necesitan trabajar para comer.

Timoteo me cuenta que ya no recibe el “bono”, la ayuda del Gobierno, escaso pero fundamental para su economía. Y no lo recibe porque lo sacaron de las listas. A otros centenarios les pasa lo mismo. Cuando revisan las edades los consideran errores del sistema de computación y les dan de baja. Legalmente muertos. Lo mismo ocurre con los alimentos de la junta parroquial. Le dieron ayuda una sola vez y en las siguientes ya no figuraba entre los beneficiarios.

—Tengo que pedirles por favor a mis hijos para que me presten.

Timoteo Arboledo se levanta todos los días a las seis y antes de subir a la montaña toma su café, fuma su “chamico” y bebe su “puro”.

—No lo hago de vicio, al “puro” lo tomo como medicina —con la edad que tiene y haciendo lo que hace, Timoteo no tendría por qué dar explicaciones.

Pido que nos saquen una foto. Después lo saludo y trato de pararme. No puedo. Me caigo. Me arrastro unos metros más arriba hasta una zona plana cercana a la cima. Lenin ofrece ayudarme. Le contesto que prefiero probar solo. No puedo. Le entrego el trípode y levanto del suelo un palo que utilizo de bastón largo. Muy parecido al que usa Timoteo Arboledo.

Estoy agotado, no me había dado cuenta. Comienzo el descenso. El calzado que tengo puesto ayuda poco. Bajo con miedo a resbalarme, ayudado por el bastón, teniendo que depender de los demás para llevar parte de la carga y guiado por el más joven de los Arboledo. No me atrevo a girar para volver a saludar a Timoteo por temor a perder el equilibrio y sólo trato de concentrarme en el camino. Depender de los demás, quedarme rezagado, andar con miedo, llegar a viejo.
 
En medio de esta parrafada hablan de un dato que yo ya habia oido y que me llamo la atencion en su dia.
"Las dietas bajas de calorias hacen vivir mas".
Hace unos meses escuchaba en un programa de radio como decian que comer poco ayudaba a llegar a viejo, se comentaba que al hacer menos digestiones desgastas menos al cuerpo (por decirlo resumido).
Segun esto la gente de este foro lo tenemos negro.
 
En medio de esta parrafada hablan de un dato que yo ya habia oido y que me llamo la atencion en su dia.
"Las dietas bajas de calorias hacen vivir mas".
Hace unos meses escuchaba en un programa de radio como decian que comer poco ayudaba a llegar a viejo, se comentaba que al hacer menos digestiones desgastas menos al cuerpo (por decirlo resumido).
Segun esto la gente de este foro lo tenemos negro.

El ayuno intermitente tiene el mismo efecto y algunos del foro lo hacen.
 
parece que me conocieras.
Yo de chavalete me comia varias panteras rosas a la semana, lo mio era verdadera aficion, y el caso es que aqui sigo, mala hierva nunca muere.

yo ayer comi una pizza familiar y una bolsa xl de patatas fritas....y luego cené arroz con polloal curry y tortitas de arroz y una lata de pringles.... Debo estatr a punto de morir ya hoy mismo
 
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